Tengo un especial sentimiento mezcla de encanto, admiración y compasión hacia los rusos desde que mi padre en mi iniciación a la lectura observara el sufrimiento de ese pueblo y sus gentes a lo largo de toda su historia y que a través de sus autores y cineastas he podido confirmar. Me rindo ante obras como “Anna Karenina” una novela extensa, de casi mil páginas pero que en todo momento mantiene el interés y el placer de su lectura, y que ofrece una gran crónica de aquella Rusia tan desigual. Pocos escritores han sabido definir y explorar las almas de sus personajes de forma tan magistral, y sobre todo los íntimos sentimientos femeninos que solo ellas son capaces experimentar.
Como dijo G. G. Márquez, la primera frase es tan importante en una novela que puede decidir su lectura: “Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera”. Así arranca y así engancha Anna Karénina.
Leyendo obras como ésta, tomas conciencia de la intemporalidad de la sociedad, que los deseos, los anhelos, las preocupaciones y lo sentimientos prevalecen generación tras generación. La infidelidad de Anna Karénina en la sociedad de finales del siglo XIX en un país donde la aristocracia goza de tantos privilegios transmite sin embargo una empatía hacia ella que lleva a la compasión.
Tolstoi no describe situaciones de miseria ni de injusticia, pero aunque él no lo dibuje, la diferencia de clases era tan insoportable que determinó la gran revolución de 1917 y el comienzo del comunismo, que resultó ser más opresor bajo el terror stalinista que bajo el zarismo.
Anna Karénina es una obra perfecta, y no lo digo yo , lo dice F.Dostoievski y todos los grandes de la literatura universal.
“Lo compartimos todo: la felicidad y las lágrimas. Sabemos sufrir y contar nuestros sufrimientos porque el sufrimiento justifica nuestra vida, dura y torpe. Para nosotros, el dolor es un arte y las mujeres nos enfrentamos a este camino con valor y abnegación”.
Son frases extraídas del libro “La guerra no tienen rostro de mujer” de la última premio Nobel de literatura Svetlana Alexiévich en el cual recopila recuerdos de las mujeres rusas que lucharon en la segunda guerra mundial, y lo que cuentan es tan espeluznante que cuesta creer como lograron sobrevivir a tanto horror, tantas penalidades y tantísimo frío, con el agravante de ser mujer, que si ahora mismo es complicado, lo era mucho más en aquellas circunstancias de invasión alemana. Mujeres voluntarias, jóvenes y guapas, algunas adolescentes que crecieron durante la guerra luchando en el frente.
No es novela pero se lee con avidez aunque muchos pasajes y experiencias cuesta digerirlos por su dureza o crueldad, pero una vez más nos muestra el sufrimiento de la gente de esa nación siempre en permanente estado de revolución y sumisión.
Termino remitiendo a un entrada en esta misma web sobre la importancia de las traducciones, y mi comentario de otra gran obra de la literatura rusa del siglo XX, “Vida y Destino”.
Y ahora en manos de V. Putin. Pobres rusos y pobres de nosotros como se le vaya la mano, que no sería de extrañar viendo como trata a sus oponentes.
Como siempre, precioso . Por mi parte estoy deseando empezar Anna Kareina.