Embarcando en Atenas. Junio 1989.
Estos días que estoy viendo tantas calamidades, tantas familias destrozadas que buscan asilo aquí en Europa, que siento como nos sentiríamos nosotros, nuestra familia si tuviésemos que renunciar a tanto y sufrir lo que ellos están sufriendo.
Cuando los veo hacinados llegando, exaustos, si no ahogados, a los costas de las islas griegas, justo a una de ellas, Lesbos, me doy cuenta de que la felicidad de algunos de nosotros a veces me parece inmoral al recordar con nostalgia unos de los días más felices junto con Marijose cuando en junio de 1989 hicimos una pequeña escala de un día, allí en Mitilene.
Fue como volver a los cincuenta o sesenta. Llegamos al puerto y no quisimos compartir la excursión organizada por al compañía y decidimos dejarnos llevar por nuestra propia iniciativa, ir a nuestro aire sin planes ni objetivos.
Eso era por la mañana, sobre las diez y el barco zarpaba de salida a las ocho de la tarde así que teníamos tiempo de sobra para alquilar una Vespa y recorrer la isla sin prisa. Ni cascos ni mariconadas. Una Vespa de “patá i avant”, como la de Gregory Peck y Audrey Hepburn en Vacaciones Roma
La experiencia fue inolvidable, ya digo, uno de esos días marcados en nuestra vida. Comimos en un chiringuito al borde de un pequeño amarre donde al pasar vimos sacar una caja de pescado fresco, y al hablar alemán el pescador (estuvo de inmigrante en Alemania unos años. La eterna historia de ida y vuelta) pudimos entendernos la mar de bien y nos explicó como nos iba a cocer una preciosa langosta en agua y vinagre acompañada con una salsa que resultó ser allioli pero sin cuajar y con mucho más limón. La compartimos con un blanco bien frío, metido en hielo. Una pasada.
Ahora viendo como llegan a esas costas que tan buenos recuerdos nos traen, no puedo dejar de sentir cierto remordimiento, reflexiono y pienso que injusto es el mundo que nos ha desmontado esa idea de felicidad que Lesbos nos ha ofrecido estos últimos años.
Pido a quien sea que esas personas sientan alguna vez la felicidad que se nos permitió a Marijose y a mi en aquella jornada inolvidable.