Anoche vimos esta película que tanto sabor amargo deja. Claustrofóbica, dura y muy emocional.
Trata de una persona que se oculta al comienzo del 36 y su preocupación es que no lo cogieran para escapar pero no puede, y busca ocultarse. Hasta el que mata por accidente o involuntariamente pasa a protegerse, se dedica a ponerse a salvo e intenta que su existencia no se vaya al traste.
Es un hombre acusado de haber delatado al hermano de un vecino asesinado por los republicanos, pero en ningún momento queda claro si fue o no fue así, es decir, se mantiene la duda nunca aclarada de su inocencia.
Muy bien dirigida, con una interpretación perfecta de Antonio de la Torre, (su caracterización del paso del tiempo es espectacular) y también de Belén Cuesta. Ambos merecedores de sus respectivos Goyas 2020 al mejor a actor y a la mejor actriz secundaria, permite disfrutar sin pausa y mantener el interés todo el metraje.
La Guerra Civil española destapó muchas miserias, odios y venganzas, y lo peor es que cuando finalizó los vencedores y vencidos que no fueron ejecutados en una represión brutal y larguísima, tuvieron que seguir conviviendo en ciudades y pueblos como los de la película, a veces en la misma calle.